Los cánceres más conocidos, como el de mama o el de pulmón, cuentan con una gran concienciación social. Sin embargo, existen otros tipos de cáncer que, aunque menos populares, también son frecuentes. Es el caso del cáncer de hígado, que engloba un grupo heterogéneo de tumores que se desarrollan en este órgano. En este tipo de cáncer, las células hepáticas se vuelven anormales, crecen de forma descontrolada y acaban formando un tumor.
A pesar de contar con factores de riesgo modificables (consumo de alcohol, obesidad e infecciones víricas) y del beneficio demostrado del diagnóstico precoz, sigue existiendo una necesidad no cubierta de reforzar la detección y aumentar la participación en los programas de cribado. El hecho de vincularse de forma automática a conductas o hábitos previos, este tumor arrastra un estigma particular. Puede generar al paciente culpa, silencio o negación y, en consecuencia, limitar no solo la concienciación colectiva y el impulso de programas de cribado, sino también que las personas acudan a las consultas de cribado de cáncer hepático.
La adopción de hábitos de vida saludable para la prevención del cáncer de hígado también es válida para las personas que presentan la enfermedad, ya que pueden contribuir a un mejor pronóstico.
La doctora Alba Díaz, patóloga del Hospital Clínic Barcelona, explica que “existen diferentes tipos de cáncer de hígado, y esto depende de la célula a partir de la cual se origina”. El carcinoma hepatocelular es, con diferencia, el tipo más habitual, seguido por el colangiocarcinoma, cuya incidencia va en aumento y ya representa cerca del 7 % de los tumores hepáticos primarios en España. Además, existen entidades mucho menos comunes, como el hemangioendotelioma o el angiosarcoma, que suelen diagnosticarse en pacientes más jóvenes y con mayor frecuencia en mujeres.
Aunque la cirrosis incrementa el riesgo de cáncer hepático, el tumor también puede diagnosticarse en personas sin enfermedad previa
¿Cómo se detecta y qué factores aumentan el riesgo de cáncer de hígado?
El cáncer de hígado es un tumor muy silencioso, ya que sus síntomas suelen aparecer cuando la enfermedad ya está avanzada. Lo habitual es que se detecte por alteración de las pruebas de imagen (ecografía) realizadas por otros motivos. El tumor sólo da síntomas cuando está avanzado o en la fase de complicaciones. En esos casos, lo que suele observarse es cansancio, aumento del perímetro abdominal debido a la retención de líquidos, un tinte amarillo en la piel, dolor abdominal continuo y de baja intensidad, y pérdida de apetito y de peso.
Para detectar la enfermedad de manera precoz, son fundamentales los programas de cribado de cáncer de hígado. Es un procedimiento sencillo y no invasivo que se realiza con una ecografía abdominar cada seis meses. Este seguimiento está dirigido, principalmente, a personas con enfermedades hepáticas crónicas.
La doctora María Reig, hepatóloga del Hospital Clínic Barcelona, afirma: “Los pacientes con cirrosis son los que tienen más riesgo de desarrollar cáncer hepático. Sin embargo, en el 20 % de los casos diagnosticados no existía una cirrosis previa”, según el Registro Español de Tumores Hepáticos, 2025. Este perfil se observa principalmente en el carcinoma hepatocelular, mientras que el colangiocarcinoma puede presentarse incluso en pacientes jóvenes y sin factores de riesgo conocidos, lo que dificulta aún más su detección precoz.
¿Cuáles son las opciones terapéuticas para el cáncer de hígado?
El tratamiento del cáncer de hígado se determina en función del estadio del tumor, clasificado según el sistema Barcelona Clinic Liver Cancer (BCLC). Este sistema valora el tamaño y número de nódulos, el estado general del paciente y la función hepática, al tiempo que propone una primera opción terapéutica.
La opción con más potencial curativo es la quirúrgica, ya que engloba la resección y el trasplante hepático. Así lo señala la doctora Joana Ferrer, cirujana del Hospital Clínic Barcelona: “El tratamiento quirúrgico del cáncer de hígado es el fundamental porque es el que tiene una finalidad curativa”. Entre las intervenciones más utilizadas se encuentra la resección quirúrgica, cuyo objetivo es eliminar por completo el tumor y conocer si hay factores que indiquen si tiene alto riesgo de recurrir. Este procedimiento está indicado, principalmente, en pacientes que presentan un foco único.
El tratamiento quirúrgico y la ablación son las únicas opciones con intención curativa en el cáncer de hígado, siempre que el paciente reúna los criterios adecuados
En pacientes en fase inicial, y cuando la resección quirúrgica y el trasplante hepático están contraindicados, puede recurrirse a una ablación percutánea, una técnica que destruye el tumor mediante la aplicación de agujas y diferentes tecnologías que aplican energía.
Otras opciones terapéuticas son la ablación y el tratamiento loco-regional, como la quimioembolización y radioembolización. Consisten en istrar un agente quimioterápico (en el caso de la quimioembolización) y partículas radioactivas.
El mayor avance se ha logrado con las combinaciones de inmunoterapia y terapias antiangiogénicas, como atezolizumab (anticuerpo anti-PD-L1) junto a bevacizumab (anti-VEGF), así como con esquemas de doble inmunoterapia, como tremelimumab con durvalumab o ipilimumab con nivolumab. Con estos nuevos tratamientos, se puede superar los 2 años de supervivencia, además de abrir la puerta a participar en ensayos clínicos, ya que actualmente no existen tratamientos validados en segunda línea tras inmunoterapia.
Para seguir avanzando, la Unidad de Oncología Hepática-BCLC impulsa proyectos de investigación e innovación con un enfoque multidisciplinar y centrado en el paciente. Entre ellos destacan el estudio del microbioma y la respuesta a la inmunoterapia (AECC), la identificación de nuevos marcadores de medicina de precisión (ISCIII) y la aplicación de inteligencia artificial en radiología y anatomía patológica, con el objetivo de optimizar el diagnóstico, el pronóstico y la toma de decisiones clínicas. Todas estas líneas convergen en el programa BCLC.AI, que busca integrar datos biológicos, clínicos y de imagen para personalizar al máximo el manejo del cáncer hepático.
En el caso del colangiocarcinoma, también se han logrado avances relevantes con la incorporación de la inmunoterapia, como durvalumab (anticuerpo anti-PD-L1) combinado con quimioterapia. También con terapias dirigidas que actúan sobre alteraciones moleculares concretas, como pemigatinib (inhibidor de FGFR), ivosidenib (inhibidor de IDH1) o pembrolizumab (anticuerpo anti-PD-1), dirigidas a pacientes con biomarcadores específicos.