Musk y Trump desentierran sus hachas y se declaran una guerra sin precedentes ni vencedores

Estados Unidos

El consejero delegado de Tesla se juega miles de millones de dólares en contratos federales, mientras amenaza con sacar a la luz los secretos más preciados del presidente

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Musk y Trump se declaran una guerra: "Estoy muy decepcionado"

AFP

El año 2025 comenzó con un presagio: el 1 de enero, pasadas las 8 de la mañana, un Cybertruck de Tesla, la empresa de Elon Musk, explotó y se incendió frente a la entrada principal del hotel de Donald Trump en Las Vegas. El atentado terrorista simbolizó entonces la oposición a una oligarquía creada por el matrimonio entre el hombre más rico del mundo y el presidente del país más poderoso. Seis meses después, ha implosionado.

La guerra abierta entre Musk y Trump tan solo acaba de empezar. En sus cuatro meses al mando del Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), el empresario ha tenido un privilegiado al presidente, a su proceso de toma de decisiones, a datos sensibles de la istración y de los estadounidenses, y a algunos de los secretos mejor guardados del republicano. Anoche, en un intercambio de disparos que comenzó en el despacho oval y siguió en las redes sociales propiedad de los dos empresarios –X y Truth Social–, Musk comenzó a desplegar parte de su arsenal.

This image provided by Alcides Antunes shows a Tesla Cybertruck that exploded outside President-elect Donald Trump's Las Vegas hotel early Wednesday, Jan. 1, 2025. (Alcides Antunes via AP)

El Cybertruck de Tesla, la empresa de Elon Musk, explotando en la entrada del Trump Hotel en Las Vegas, el 1 de enero del 2025.

Uncredited / Ap-LaPresse

En su acusación más grave de la veintena de tuits que publicó el consejero delegado de Tesla, acusó a Trump de aparecer en los archivos del abusador de menores Jeffrey Epstein: “Llegó hora de lanzar la gran bomba: Donald Trump está en los archivos de Epstein. Esa es la verdadera razón por la que no se han hecho públicos. ¡Que tengas un buen día, DJT!”, afirmó, mencionando la promesa del mandatario de publicar dichos archivos, que cumplió parcialmente, sin aportar nuevos documentos relevantes.

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En su arsenal, Trump tiene una eficaz herramienta para dañar al multimillonario, con la que no tardó en amenazar a través de su plataforma: “La forma más fácil de ahorrar dinero en nuestro presupuesto, que asciende a miles de millones de dólares, es poner fin a las subvenciones y contratos gubernamentales de Elon. ¡Siempre me ha sorprendido que Biden no lo haya hecho!”, señaló, en una referencia velada a la empresa SpaceX, que desde el 2006 colabora con múltiples proyectos de la NASA y el Pentágono, entre otras agencias.

Los fondos de la NASA fueron cruciales en uno de los primeros desarrollos de la empresa de Musk, el lanzamiento del primer cohete Falcon 9, a partir del cual despegó el programa de exploración espacial de SpaceX. La autoridad de la agencia federal dio a la compañía un sello de calidad que llevó a muchas empresas e inversores a confiar en ella, y con el tiempo se convirtió en el referente de la industria espacial, vendiendo lanzamientos y transportando satélites a la órbita a un precio inferior al de todos sus competidores.

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La colaboración entre SpaceX y el gobierno federal se fue ampliando con el paso de las istraciones. Cuando Barack Obama era el inquilino de la Casa Blanca, SpaceX ganó un contrato para llevar a astronautas a la estación espacial, hito que logró por primera vez en mayo del 2020, durante el primer mandato de Trump. En este segundo mandato, el presidente ha dado amplios poderes a Musk para despedir a cientos de miles de funcionarios, y recortar y desmantelar programas sociales y agencias, pero no ha retirado un solo dólar de los contratos de EE.UU. con SpaceX.

En las últimas dos décadas, las empresas de Musk han recibido miles de millones de dólares en contratos federales, y en el 2023 se les prometieron otros 3.000 millones en casi 100 contratos diferentes con 17 agencias públicas. Además, Tesla se benefició directamente de los incentivos a la compra de vehículos eléctricos legislados durante la istración de Joe Biden, que ahora los republicanos quieren eliminar con su megaproyecto de ley en el Capitolio, la iniciativa legislativa que motivó los primeros ataques públicos de Musk contra el presidente.

En el 2023, la istración prometió a SpaceX 3.000 millones de dólares en casi 100 contratos con 17 agencias federales

La ruptura entre los dos multimillonarios parecía una apuesta segura incluso antes del día que Trump tomó posesión, habida cuenta del egocentrismo que los iguala, así como del rechazo que generó Musk en buena parte del movimiento MAGA (Make America Great Again). La simbiosis entre el magnate tecnológico, representante de las élites internacionales, y la base de votantes de Trump, de clase trabajadora blanca, parecía destinada al fracaso.

Uno de los primeros en declarar la guerra abierta al empresario fue Steve Bannon, ideólogo del movimiento populista de extrema derecha y uno de los estrategas que auparon a Trump al poder en el 2016. En un episodio de su podcast War Room, ya en enero, criticó con dureza la presencia en Washington de los “oligarcas de las grandes tecnológicas” y definió a Musk como “un tipo verdaderamente malvado”. “Me propuse como algo personal acabar con él. Antes, estaba dispuesto a tolerarlo porque ponía dinero; ya no”, señaló.

Ayer, Bannon no tardó en echar leña al fuego y exigió directamente su deportación: “Deberían iniciar una investigación formal sobre su estatus migratorio, porque creo firmemente que es un inmigrante ilegal y debería ser deportado del país inmediatamente”, dijo en una entrevista, en la que confirmó que había aconsejado a Trump deportar a Musk.

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Musk tiene mucho que perder en esta guerra, incluido el valor de sus empresas: Tesla se desplomó un 15% en apenas dos horas desde que Trump abrió fuego desde el despacho oval. Pero Trump puede perder una parte crucial de su electorado, pues Musk ayudó a cimentar su victoria en las elecciones del pasado noviembre: fue su mayor donante individual, con contribuciones de más de 250 millones de dólares; lo apoyó con actos por todo el país, principalmente en Pensilvania, sorteando millones entre quienes se registraran para votar; manipuló el algoritmo de su red social, X, para convertir a la alt right en un movimiento hegemónico; y apoyó teorías de la conspiración, como la del Gran Reemplazo demográfico o la del fraude electoral en el 2020, acercando a sus seguidores a la cosmovisión trumpista.

Tan solo ha pasado una semana desde que Musk compareció por última vez desde la Casa Blanca junto a Trump para despedirse del poder. Ambos vendieron la idea de un divorcio amistoso, deshaciéndose en elogios y tratando de desmentir las informaciones que apuntaban a una guerra interna de grandes dimensiones. Trump lo definió como “uno de los mejores líderes que el mundo jamás ha creado”, que “dio un paso al frente para poner su enorme talento al servicio de nuestra nación”. Musk describió la revolución que está ejecutando Trump desde el poder como “histórica” y “necesaria” para eliminar el “fraude masivo” de la istración.

Ayer desenterraron sus hachas, ante el disfrute de los demócratas, los liberales, los progresistas y los moderados, y batallaron desde el rencor mutuo, desde la venganza y las bajas pasiones, en un espectáculo sin precedentes entre dos de los hombres más poderosos de la historia de la humanidad.

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